COMPRENDER LA ADOLESCENCIA: ETAPA DE CAMBIOS
Podríamos definir la adolescencia como un período de transición que se da entre la niñez y la edad adulta y que se extiende desde la pubertad hasta el inicio de la etapa adulta (a partir 18-19 años).
La adolescencia comienza con la pubertad. Se trata de la etapa en la que se alcanza la madurez sexual. Esta etapa trae consigo una oleada de hormonas que pueden intensificar los estados de ánimo y que desencadenan dos años de crecimiento físico rápido, que por lo general empieza en las niñas hacia los 11 años y en los niños alrededor de los 13. Durante esta etapa tiene lugar la maduración sexual aunque uno o dos años antes de la pubertad, los varones y las niñas suelen experimentar los primeros sentimientos de atracción hacia los compañeros del otro sexo o el mismo.
A nivel neurológico el cerebro de los adolescentes sigue creciendo. Hasta la pubertad las neuronas aumentan sus conexiones, como árboles que tienen cada vez más raíces y ramas. Luego durante la adolescencia, se produce un corte selectivo de las conexiones que ya no se utilizan.
En la adolescencia se producen modificaciones cruciales en dos aspectos fundamentales del funcionamiento psicológico: los referidos al desarrollo cognitivo y los relacionados con el desarrollo de la personalidad.
El período adolescente se caracteriza, en el aspecto cognitivo, por la aparición de cambios cualitativos en la estructura del pensamiento. Los adolescentes en su desarrollo se vuelven capaces de reflexionar acerca de lo que piensan ellos mismos, de lo que piensa el resto de las personas y comienzan a imaginar lo que las personas piensan de ellos (obsesión del joven por la imagen que los demás poseen de él) y aparece también con frecuencia la suposición de que todo el mundo le observa constantemente (Audiencia imaginaria). Ello puede provocar gran desasosiego especialmente en los más vergonzosos.
En el ámbito social, el adolescente se enfrenta a la adopción de nuevos papeles sociales y expectativas. El chico o la chica pasan a pertenecer a una categoría social que implica un conjunto de conductas diferenciadas con respecto a la categoría social de niño. De este modo, cuando el individuo “deja de ser un niño”, se espera de él o ella que sea más responsable, más independiente y que, con el tiempo, sepa elegir un trabajo y pareja sexual.
Con todo, el cumplimiento de estos objetivos puede dar lugar a problemas y esto es así porque, en general, la sociedad define las metas del adolescente pero no facilita los medios para alcanzarlas.
ERRORES FRECUENTES DE LOS PADRES:
1º) Los padres deben ser amigos de sus hijos
Los padres, ante todo son padres. Ello conlleva una serie de deberes y derechos desde el rol de padre que es muy diferente al rol de amigo. Un amigo es básicamente un igual, es decir, un joven de la misma edad que nuestro hijo con el que comparte muchas de sus vivencias y que en esta etapa de la adolescencia constituye uno de los modelos más importantes de referencia en detrimento de los padres.
A partir de aquí los padres pueden tener un buen clima de entendimiento con su hijo adolescente, escuchando sus problemas e intentando ayudarlo pero no como un amigo sino desde la responsabilidad adquirida ya desde su nacimiento, crianza y posterior educación. Los padres tienen pues una responsabilidad legal y están obligados a proporcionarle todos los cuidados materiales (alimentación, casa, ropa, higiene, etc.) y psicológicos (educación, afecto, etc.). Un amigo puede aconsejarnos, un padre debe además tomar decisiones por el bien de sus hijos aunque estas sean dolorosas.
2º) El Síndrome del nido vacío
Con frecuencia nos encontramos con padres que afirman que sienten un gran desazón por que su hijo/a adolescente quiere estar menos con ella y se muestra poco o nada ya cariñosa. A veces también ocurre que hay conductas rebeldes, de enfrentamiento y cuestionamiento de la autoridad de los padres. Ante este escenario de cambio en los hijos, algunas madres suelen lamentarse con expresiones como: “He dedicado mi vida a cuidarlos, renunciando a todo y así me lo pagan…”.
Ciertamente algunos padres pueden sentirse así pero deben tener en cuenta que estos cambios forman parte del curso evolutivo “normal” del niño y nuestra tarea es acompañarles en todo el proceso de transición a la vida adulta, comprendiendo sus cambios pero también sabiendo poner límites y un cierto orden.