Esa sensación de nervios, agitación y/o tensión que tenemos ante determinadas situaciones o pensamientos. Si se da en dosis moderadas puede considerarse completamente normal, incluso positiva, ya que nos estimula para la acción.
Cierta dosis de ansiedad nos predispone para la acción, nos ayuda a poner en marcha todos nuestros recursos para rendir lo mejor posible.
El problema aparece cuando esa ansiedad es excesiva, cuando en lugar de ayudarnos a superar ciertas situaciones, nos bloquea y no somos capaces ni de hablar o lo hacemos torpemente. Llega un examen y no recordamos nada, llega esa reunión importante y no hacemos más que temblar y tirar al suelo todo lo que tocamos, etc..
Formas en que se manifiesta la ansiedad:
Existe un temor constante por el futuro respecto a la familia, al dinero, al trabajo, y a la enfermedad.
Se es víctima de pensamientos catastrofistas. Ante una situación determinada, uno siempre se pone en lo peor.
Es difícil controlar ese estado de constante preocupación.
Inquietud o impaciencia.
Fatigabilidad.
Dificultad para concentrarse.
Irritabilidad.
Tensión muscular, palpitaciones, temblores, nauseas, sensación de mareo, sudores.
Alteración del sueño: dificultad para conciliar el sueño o sensación de no haber descansado al despertar.
Es la tensión física y mental que aparece, cuando te sientes desbordado por las obligaciones cotidianas, o por una situación nueva que aparece en tu vida. Empiezas a pensar que es demasiado lo que el entorno te está pidiendo, pero no puedes dejar de cumplir con todas esas obligaciones.
Prisas, nervios, obligaciones, responsabilidad. Haces una evaluación de la situación y consideras que no puedes con ella, pero tampoco puedes parar. Si esto se mantiene en el tiempo, tu cuerpo acaba resintiéndose.
¿Hay situaciones especialmente estresantes?
La muerte de un ser querido.
La separación o divorcio.
Una situación de paro prolongada.
Matrimonio.
Trabajo.
Lesión personal o enfermedad.
Jubilación.
Son acontecimientos delicados a los que hay que prestar una atención especial. Pero incluso estas situaciones pueden ser vividas de manera muy diferente. Algunas personas ponen en marcha una serie de conductas que les permiten afrontar la situación sufriendo lo menos posible. Sin embargo, otras actúan con nerviosismo ante cualquier acontecimiento, pensando que todo les va a salir mal, o confiando poco en su capacidad para hacer frente a las dificultades.
En realidad, no existen situaciones estresantes por sí mismas, todo es una cuestión subjetiva. La respuesta de estrés depende de la relación entre la persona y la situación. No importa tanto la realidad, sino la percepción que se tiene de la misma.
Señales de estrés:
Malestar estomacal o intestinal, malas digestiones, diarrea.
Problemas respiratorios.
Comer, beber o fumar en exceso.
Tensión en los músculos, fundamentalmente del cuello, hombros, parte baja de la espalda o de la mandíbula.
Dolor de cabeza por tensión.
Insomnio.
Temblor en las manos.
Descenso en nuestras defensas que nos hace más vulnerable a desarrollar cualquier infección.
Aumenta el riesgo de padece cardiopatía, asma, colitis, úlceras…
Irritabilidad, malhumor.
Dificultad para concentrarte.
Se empieza a considerar que relacionarse con los demás es una pérdida de tiempo.
Algunas sugerencias
Planifica tus actividades.
Organiza tu tiempo de manera realista, recuerda que no existen los superhombres.
Sé flexible, siempre pueden surgir imprevistos, pero eso no es el fin del mundo.
No te compadezcas cuando las cosas no vayan bien. Haz algo para mejorarlo.
Confía en los demás.
Tómate un descanso con regularidad y haz algo agradable para ti mismo.