Natalia, tiene veinte y cuatro años, y desde hace tres empezó a preocuparse por la posibilidad de contraer una enfermedad, concretamente pensaba en el S.I.D.A. Después de hacerse varias pruebas, sigue dudando sobre la posibilidad de estar infectada o poder llegar a estarlo. Se aleja de sus amigos cuando ve que tienen una pequeña heridita, por ejemplo en un dedo, ya que empieza a dudar de ellos y piensa que le pueden contagiar. Cada vez sale menos a cenar con sus amigos, porque no confía en la higiene del restaurante, con lo que antes de empezar a comer, limpia los cubiertos y copas que le ponen en la mesa. Si viaja en autobús no se atreve a tocar el pasamanos porque “a saber quien lo ha tocado antes”.
Su vida, cada vez es más complicada. Empezó con una pequeña preocupación, probablemente justificada, pero ahora lo duda todo, realmente está obsesionada con la higiene y seguridad de ella y los suyos.
Síntomas de las obsesiones
- Una idea, pensamiento o imagen se repite en tu mente.
- Sabes que es exagerado, que no tiene sentido pero no lo puedes controlar.
- Generalmente, crea malestar y nerviosismo.
- Para evitar o neutralizar ese pensamiento, tienes que realizar un rito determinado. Por ejemplo comprobar una y otra vez que has cerrado con llave la puerta de su casa, teniendo incluso que abandonar el trabajo para ir a casa y comprobarlo. Levantarte varias veces de la cama por la noche, para comprobar que todas las luces están apagadas o los grifos cerrados…
Algunas sugerencias
- Hay que distinguir entre una preocupación normal, y una obsesión o preocupación excesiva. Es normal preocuparse si un hijo llega tarde a casa, pero hay que ser capaz de desconectar y pensar en otra cosa hasta que llegue. En una obsesión es realmente imposible distraerse, el pensamiento se impone una y otra vez.
- La importancia de la obsesión dependerá del grado en que afecte a tu vida cotidiana.
- Si la obsesión es muy frecuente, te crea un gran malestar y te sientes incapaz de controlarla, consulta personalmente con un profesional.